miércoles, 4 de febrero de 2015

¡Cuidado con tanto pedir que los corruptos devuelvan lo robado,

no vayamos a hacer que se arruine el capitalismo! Y es que 500 años de robo, pillaje, piratería organizada, colonización forzosa, evangelización, genocidios, explotación laboral, trabajo enajenado, guerras, golpismo, tortura, violaciones, saqueo sistemático de los recursos naturales, expansión y globalización económica, contaminación del planeta, cambio climático y otros tantos negocios de la corrupción, palabra más que suave para describir la barbarie y podredumbre capitalistas, han dado para tal ingente acumulación de riqueza material y propiedades privadas que, aunque escape a nuestros esquemas, es todo lo que ellos, la clase capitalista, poseen. Y, consecuentemente, todo de lo que el resto de la población mundial, especialmente los desheredados de la periferia global, pero también los de los países más ricos y "avanzados", carecen.

¡Que los corruptos devuelvan lo robado! ¿Y después, cómo vamos a poder disfrutar del último iPhone, del glamour de las estrellas televisivas del momento, del maravilloso sueño de poseer un bólido supersónico que nos sirva a la vez para tratar de poseer a la mujer o al hombre de sonrisa perfecta y proporciones musculoso-neumáticas ideales que la publicidad nos vende como modelo sexual? ¿Qué será de la ficción que nos hace creer que tenemos el poder de decidir realmente sobre nuestras condiciones de vida y sobre nuestro futuro simplemente eligiendo cada tantos años entre las aparentemente opuestas opciones políticas promocionadas por el capital, que las exhibe con líderes y discursos junto a una bien escogida pléyade de tertulianos, intelectuales y economistas en el circo mediático de sus medios corporativos dedicados a la manipulación de masas, en esa escenificación de un enfrentamiento entre moderadas diferencias políticas pero entre grandes ambiciones por el ejercicio de su poder, que hacen aparecer como si de la más encarnizada lucha de ideologías y concepciones filosófico-políticas se tratara, y cuyos tiempos de ocupación del timeshare, los de los partidos, son inversamente proporcionales al peligro que sus planteamientos pueden representar para la estructura del estado capitalista? ¿Cómo podremos deleitarnos con los símbolos o sucedáneos del lujo, con el perfume embriagador en frasco de diseño, las nuevas tendencias de la moda prêt-à-porter made in Bangladesh o los electrodomésticos de última generación que tanto trabajo "improductivo" nos permiten ahorrar, si nuestros grandes benefactores no tienen los medios para regalarnos la posibilidad, o la ilusión, de adquirir sus espléndidos servicios y productos para así perpetuarnos en esta forma de esclavitud que es condición indispensable para su continua reproducción como clase dominante? Si devuelven lo robado, toda nuestra aparente libertad de elección dentro de la globalizada religión del consumo efímero e irreflexivo, bendecida por la "democracia" burguesa cual ley natural inquebrantable, se vendrá abajo como un castillo de naipes. Claro que si exceptuamos las riquezas materiales robadas, todo el enorme sufrimiento humano y el devastador daño ecológico causados por este macabro sistema socioeconómico, tan transitorio como todos los anteriores a lo largo de la historia, difícilmente podrá ser resarcido y devuelto a la humanidad. Ello no debe restar para que la lucha por la superación del capitalismo continúe siendo la más noble y urgente tarea a la que hemos de enfrentarnos, si es que queremos salvar el planeta que habitamos; y a nuestra especie de su propia autodestrucción. Paso a paso, sin pausa pero con creciente apremio, hay que tomar y esparcir la conciencia de que otro mundo no solo es posible sino absolutamente necesario e irrenunciable, y empeñarnos con todas nuestras fuerzas para hacerlo realidad, porque el tiempo se nos acaba.

Pienso que en esto debe de consistir realmente el exigir que los corruptos devuelvan lo robado, si es que no preferimos seguir conformándonos con las miserables migajas que nos lanzan.


Para quien desee informarse fehacientemente sobre lo apuntado en el primer párrafo de este artículo, recomiendo encarecidamente la lectura del capítulo XXIV de El Capital, de Carlos Marx, titulado "La llamada acumulación originaria", donde su autor expone brillantemente los orígenes del sistema capitalista y los, por su atrocidad, casi inclasificables procedimientos aplicados a lo largo de su historia, que le han permitido convertirse en dueño y señor del planeta tierra. Creo que, desde mi limitado conocimiento de las obras de Marx, quien las desconozca totalmente se sorprenderá con esta lectura de lo amenas que además pueden resultar muchas partes de las mismas. A pesar de que este capítulo contiene una síntesis magistral sobre el proceso de acumulación capitalista, evidentemente no abarca sus últimos ciento cincuenta años de existencia, ya que el primer tomo de El Capital, el único de los tres que Marx publicó en vida, vio la luz por primera vez en 1867. Aún así es, a mi parecer, una buena manera de empezar a comprender algunos aspectos de la realidad que nos ha tocado vivir y que nos son ocultados intencionadamente por los que tienen la sartén por el mango. Es historia y conocimiento que no se enseña en los colegios ni apenas en las universidades. Los capitalistas, o sus asesores y académicos, sí que conocen bien las obra de Marx y de otros grandes pensadores marxistas. Es por ello que su filosofía y su crítica del poder económico imperante ha sido y sigue siendo sistemáticamente ocultada, tergiversada e incluso criminalizada y combatida por todos los medios.

Aquí el enlace al capítulo mencionado:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm