jueves, 24 de septiembre de 2015

Ya solo les falta el Gorbachov cubano

No es fácil a estas alturas encontrar algún artículo que analice un poco críticamente la cruzada del Papa Francisco contra el Comunismo en América latina en particular y en el mundo en general, tan habilmente disfrazada de ecologismo y preocupación medioambiental, de humildad y de amor a la humanidad y a los oprimidos, gracias al poderoso marketing del Vaticano y a la inestimable contribución de las corporaciones mediáticas, fabricantes de opinión, que dominan el mercado de la información mundial. No es fácil cuando muchos pensadores, analistas y filósofos de presuntas ideas y convicciones de izquierdas, o icluso autodenominados como marxistas, se van dejando engatusar por las mieles y la palabrería del nuevo representante de la más antigua multinacional de la historia, contribuyendo inestimablemente a la difusión y aceptación de su "labor pastoral" entre buena parte de esa izquierda que se encuentra en proceso de espiritualización y abandono de la más elemental reflexión crítica y pensamiento racional.

Aparte de alabar el "compromiso" medioambiental de Obama y el establecimiento de realciones diplomáticas con Cuba por parte de su administración, curiosamente Bergoglio, tan "sensible" a los sufrimientos de los pobres y desheredados de la tierra, de momento no le ha advertido al presidente norteamericano sobre "servir a las ideologías", como hiciera hace unos días ante los miles de cubanos reunidos en la Plaza de la Revolución de la Habana. ¿Será que la ideología a la que sirven los presidentes norteamericanos, la del imperialismo capitalista dominante, no tiene nada que ver con toda la injusticia y el sufrimiento a la que este somete sin contemplaciones a la humanidad, especialmente en los paises de la periferia más sometidos al insaciable saqueo de vidas humanas y recursos naturales a través de las innumerables guerras de apropiación, militares y económicas, mantenidas en la actualidad bajo el manto "humanitario" de la "guerra global contra el terrorismo" u ocultadas a la opinión pública? Es evidente que la verdadera ideología del capital, la de la rapiña a cualquier precio, el eufemísticamente llamado neoliberalismo que únicamente favorece al enriquecimiento ilimitado de las oligarquías económicas, se mantiene oculta a los ojos de la inmensa mayoría de la población mundial, disfrazándola de leyes naturales, de progreso, crecimiento, seguridad y beneficio para la sociedad, si acaso de "así es la vida aunque nos joda", y de "gracias a las elecciones democráticas podemos mejorar las cosas". Pero de un hombre culto e instruido como Francisco-Bergoglio, destinado supuestamente a ser guía y luz para la humanidad, cabría esperar mayor valentía y elocuencia frente a los poderosos. Claro que no se le pueden pedir peras al olmo. Tampoco sermoneó Bergoglio al presidente Obama acerca del dinero, el "estiércol del diablo", como sí lo hizo largamente en su reciente visita a Bolivia. Obviamente allí se dirigía las clases obreras y campesinas, a los trabajadores y a los pobres en general, y es bien sabido que la apropiación y acumulación de riqueza es un privilegio reservado histórica y legalmente a unas pocas élites, entre ellas los círculos dirigentes de la Iglesia Católica.


¿Está reservando Bergoglio a los halcones yanquis sus más duras reprimendas, como parte del discurso que pronunciará en unas horas en el Congreso de Estados Unidos? Veremos... Pero si realmente fuera el papa revolucionario que nos están vendiendo por todos los medios, ya debería haber señalado y acusado públicamente a toda la banda organizada de ladrones y auténticos terroristas y genocidas que manejan la economía y la política mundial, excomulgando además a los católicos de entre ellos, que sus pecados bien lo merecen. El sabe perfectamente quienes son.

En todo caso me temo que más pronto que tarde asistiremos a la "aparición" de un Gorbachov cubano que contribuya a cerrar el círculo "diplomático" sobre la República Socialista de Cuba, que contribuya a rematar la tarea conjunta emprendida por los EEUU y el Vaticano para "integrar" a Cuba al mundo feliz del capitalismo globalizado, como mandan las directrices del nuevo orden mundial desde el corazón del imperio. Me temo también que ese Gorbachov cubano sería saludado como regenerador demócrata y jaleado con ferviente entusiasmo por buena parte de las "nuevas" y viejas izquierdas reformistas y oportunistas que finalmente siempre acaban contribuyendo al mantenimiento del orden impuesto por la maquinaria de la reproducción capitalista.

Reproduzco a continuación el artículo que me ha servido para introducir esta reflexión.


¿Qué busca el Papa en Cuba?
Gullermo Almeyra (La Jornada, 20-09-2015)

Hace más de 2000 años que la religión cristiana se convirtió en Estado, en poder temporal, y creó la burocracia más vieja y experta del mundo. El papado, como monarquía absoluta de un Estado teocrático precapitalista, se enfrenta a la vez con el socialismo desde Pío IX y con el capitalismo financiero, materialista, hedonista, destructor de los valores tradicionales y de la familia que son la base del poder de los sacerdotes.

Contra el socialismo, que no cree en los salvadores supremos y sí en la organización y la rebelión de los oprimidos, la lucha del Vaticano es a muerte; contra el capitalismo, en cambio, combate desde el interior del sistema, que defiende. El Vaticano elige sus líderes de acuerdo con la tarea más urgente. Pío XII fue elegido porque era fascista en tiempos de Hitler y Mussolini; Juan Pablo II, el papa Wojtyla, experto en la lucha contra la burocracia estalinista, fue seleccionado porque era la punta de lanza del anticomunismo cuando aún existía la Unión Soviética y su bloque de Estados socialistas; Francisco, el papa peronista, es el piloto escogido en tiempos de rebelión de los pueblos latinoamericanos, que siguen siendo la principal base del catolicismo en el mundo.

Por eso va a Cuba no como amigo del régimen sino como enemigo. Su diferencia con Obama y el Departamento de Estado es sólo sobre los tiempos y los métodos para que Cuba vuelva a ser una colonia.

El viaje de Francisco es la continuidad de los viajes en 2012 de Benedicto XVI, el pastor alemán Ratzinger, ex miembro de la juventud hitlerista, y de la visita a Cuba y a la Nicaragua sandinista del polaco Wojtyla en 1998. Todas esas tournées mediáticas espectaculares buscaron y buscan convertir a la jerarquía de la Iglesia católica cubana en el centro de las oposiciones liberales y derechistas en la isla y reforzar las publicaciones de esa Iglesia y un vago socialcristianismo de derecha como la voz de la oposición al régimen, aprovechando que los medios de comunicación oral o escrita en Cuba pertenecen todos al Partido Comunista, el cual está totalmente identificado con el Estado, que se mueve en el marco del capitalismo asistencialista y distribucionista y aprovechando también que esos medios ofenden la inteligencia y cultura de los cubanos, ya que dan sólo las noticias permitidas por la burocracia y no tienen, por tanto, mucha credibilidad.

La Iglesia católica es absolutamente minoritaria en Cuba, frente a los santeros, los ateos y agnósticos y a los evangelistas. Pero tiene detrás de sí al Vaticano y un poder muy superior al número de sus fieles, pues santifica los valores capitalistas que tanto peso tienen entre los burócratas y conservadores en el propio gobierno y en el Partido Comunista. Al fin y al cabo, defiende valores que éstos ya tenían cuando tomaban como modelo a la Unión Soviética y a los países socialistas, donde gran parte de los jerarcas comunistas (como Putin o los chinos) estaban preparados para pasar sin problemas al capitalismo después de la disolución de la URSS en 1991.

Raúl Castro cree hábil organizar una recepción multitudinaria a Francisco y, para celebrar su visita, indultar a más de 3 mil 500 presos. Busca demostrar a otros países capitalistas una apertura libertaria del régimen. Pero las intenciones son una cosa y otros los resultados. La gran masa de gente que se reunirá para ver al Papa, en buena medida por curiosidad y en parte como manifestación política aperturista y hasta en algunos, opositora, si se le hubiera dejado a la Iglesia católica la organización de los actos, habría sido mucho menor. Es inevitable que el carácter masivo que tendrán las misas sea interpretado capciosamente por la prensa capitalista mundial como una manifestación de oposición al gobierno cubano. Por otra parte, la liberación de tantos presos que no han cometido delitos graves hará evidente que ellos estaban innecesariamente encarcelados pues existen otros medios sociales de reeducación para los pequeños delincuentes. Estados Unidos (el país que tiene el mayor número de presos cada 100 habitantes) podrá ahora darse el lujo de hablar de la represión policial en Cuba. Además, ese indulto sin precedentes y con motivo de la visita papal hace aparecer a la Iglesia católica local y, peor aún, a un gobierno extranjero (el Vaticano) como defensor de los derechos humanos en Cuba y tendrá, por tanto, consecuencias políticas internas en la isla, sobre todo entre los opositores.

Francisco en su juventud fue miembro de la Guardia de Hierro, organización político-clerical de la derecha peronista en el último gobierno de Juan Domingo Perón,l y la consigna histórica de los peronistas es ni yanquis ni marxistas: peronistas. El Vaticano –antimarxista por definición– no puede ser amigo del gobierno cubano; en cambio, Francisco tiene con Obama el terreno común de la defensa del sistema capitalista, aunque repudie la forma del mismo en la actualidad y busque reformarlo.

Obama quiere invadir Cuba con millones de turistas conservadores y consumistas y establecer un lazo, sobre esa base, entre la burguesía cubana exiliada y la burguesía mundial, por un lado, y un ala burguesa mimetizada en Cuba dentro de la burocracia privilegiada, por el otro. Utiliza hoy la zanahoria pero no desdeña el garrote. Francisco, en cambio, intenta métodos más graduales e ideológicos. Va a Estados Unidos para acercarle los votos de los católicos a Hillary Clinton, candidata de Obama, y para tranquilizar sobre los límites de su reformismo eclesiástico a la jerarquía católica local, importante para las finanzas del Vaticano. La presidenta argentina, por último, viaja a Cuba para ver a Francisco e intentar ostentar –a un mes de las elecciones– el voto mediático del peronista de derecha papa Bergoglio y lograr el apoyo tácito de la jerarquía católica argentina al peronista de derecha Daniel Scioli. En todo esto sólo hay maniobras políticas que es necesario saber comprender.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/09/20/opinion/016a2pol

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Más sobre el tema en este blog: El papa de la nueva progresía

martes, 8 de septiembre de 2015

CONVOCATORIA POR UN ESPACIO DE ENCUENTRO COMUNISTA

La audiencia a la que va dirigida este texto no necesita que aportemos un repaso retrospectivo de los orígenes de la crisis económica. Tampoco buscan soluciones a ella en recetas keynesianas o en la vuelta a unos tiempos idílicos de capitalismo “amable”. Baste decir que escribimos para aquellos que saben que el problema es el capitalismo y que su solución exige su derribo y la construcción de una sociedad socialista.

Sin embargo, si el contexto económico no requiere de aclaraciones especiales, sí vemos necesario precisar la visión del contexto político que nos lleva a ponernos manos a la obra.

El estallido de la última crisis ha derrumbado en Europa los últimos restos del espejismo de Estado del Bienestar que inició su desmonte en los años 70. En los países del sur hemos vivido el problema con mayor intensidad al no partir de los mismos niveles de desarrollo que los del norte. La pérdida de la ilusión de ser (o llegar a ser) clase media y de que los hijos vivirán mejor que los padres desubica, a la vez que "indigna", a amplias capas de la sociedad que no encuentran un sentido político en el que encajar su futuro.

El riesgo de que la mayoría de esos sectores tomase conciencia de su ubicación real en la estructura social y se reconociera a sí misma como clase trabajadora fue rápidamente atajado por el sistema. En algunos países ha bastado con la irrupción de la "tecnocracia". En otros países con una tradición más combativa y con resistencias recientes más firmes eso no era suficiente: ocuparon el espacio con actores nuevos que arrastraron a los desubicados a un redil controlable. Tanto en Grecia como en España se puso en marcha el mismo mecanismo: la creación de formaciones populistas y ciudadanistas, que renuncian a la ideología, que niegan la clase, que afirman que el capitalismo puede funcionar si se le hacen unos ajustes, que hacen de la “democracia” una solución fetiche en sí misma.

Es hora de desenmascarar el mito de una clase media no patrimonial, ni propietaria de empresas o negocios, y que cree no ser trabajadora sólo porque unos sueldos más elevados que la media les permitieron acceder durante los años de crecimiento económico a unos niveles de consumo superiores al resto de asalariados. Esa falacia se cae cuando la crisis capitalista les ha resituado en un descenso de niveles de vida, han perdido sus puestos de trabajo o se han enfrentado a la abolición de muchos de sus derechos laborales. Pero es necesario dar, más allá de la testarudez de los hechos, la batalla ideológica por explicar cuál es la auténtica naturaleza de la relación capital-trabajo.

La lucha frente a esta maniobra no ha sido firme sino muy débil en lo ideológico y reformista en lo político. Las organizaciones de la izquierda institucional se han limitado durante décadas a denunciar las políticas del gobierno de turno, proponiéndose como alternativas gestoras de unas tímidas reformas que aliviasen las   condiciones de sobreexplotación y prometiendo una salida progresista de la crisis. Nada que rompiese con los límites de la legalidad del sistema político y económico. Tampoco las diversas organizaciones comunistas revolucionarias, algunas de largo recorrido, han logrado  conformarse en espacios de aglutinación de nuestra clase y de respuesta al capital. Cuentan con unos militantes imprescindibles, pero no consiguen la capacidad de crecimiento y acumulación de fuerzas que el momento demanda.
   
En esta situación, cuando los marxistas deberíamos haber conquistado una posición clave en las aspiraciones y la confianza de los desposeídos, nuestra situación es muy débil: no tenemos respuesta coordinada, no tenemos voz para llevarla a la calle y ni siquiera tenemos unidad de acción para superar esta situación. En unos pocos años, paradójicamente cuando más necesario es, el marxismo puede quedar fuera de la experiencia vital de las nuevas generaciones de jóvenes.

Estamos convencidos de que en estos momentos hay gran cantidad de personas de  identidad comunista que han abandonado las organizaciones en las que ya no creen sin por ello renunciar a sus convicciones. Marxistas que se niegan a continuar tapándose la nariz para participar en proyectos que ven vacíos de antemano. Exmilitantes con la suficiente formación y sentido crítico como para sentirse incómodos en asambleas en las que todo se está constantemente comenzando de cero y en las que se huye de la más mínima organización que multiplique las fuerzas y dote de estrategia a la lucha.

Creemos que juntos somos mucho más de lo que imaginamos. Por eso nos animamos a escribir este llamamiento. Partimos de la confianza en el compromiso de quienes nos negamos a aceptar como horizonte la falsedad de un “capitalismo de rostro humano”, desmentido por la cotidiana realidad en cada minuto de nuestras vidas, y que aspiramos a una sociedad emancipada de la opresión de clase. Confiamos también en su sentido de la responsabilidad para continuar el combate. Nuestra unidad es necesaria para movilizar a los trabajadores en la búsqueda de la alternativa al capitalismo.

Llamamos a todas aquellas personas, colectivos y organizaciones que saben que la salida de esta situación no está en limar las aristas del capital, sino en acabar con él; es decir, en la lucha por una sociedad sin explotadores ni explotados, en la lucha por una sociedad socialista. Planteamos la necesidad de una herramienta colectiva que nos permita la unidad de acción y un debate sobre las bases del marxismo, entendido éste en un sentido amplio que incorpore las aportaciones del leninismo y de otras corrientes que han enriquecido la teoría de la praxis.

No pretendemos hacer discursos grandilocuentes, estamos convencidos de la responsabilidad que afrontamos todos y todas. Proponemos ya un primer paso. Tenemos la necesidad de un espacio de encuentro común, en el que se puedan sentir cómodos todos los comunistas, tanto los que provienen de organizaciones como los que no. Será necesaria una buena dosis de generosidad, actitud y mente abiertas y voluntad unitaria para echar abajo los muros que aparentemente nos separan; unos obstáculos que muchas veces han sido erigidos por nosotros mismos. Debemos dejar respirar al marxismo como teoría viva y transformadora para que refuerce su condición de terreno fértil en el que se promueve el debate, la reflexión y la práctica, sin llaves secretas que dan la razón a unos elegidos. Un lugar donde analizar entre camaradas la nueva realidad, en el que la teoría dé respuesta a la lucha y sus formas y en el que construir la unidad de acción necesaria para alcanzar el éxito. Un espacio que, desde su nacimiento, se sepa parte de la lucha internacional contra el capital.

Ratificamos como una sola voz las últimas palabras de Rosa Luxemburgo:

“¡YO FUI, YO SOY, YO SERÉ!”

Convocatoria del encuentro:

SÁBADO,  26 DE SEPTIEMBRE,  11:30 A 14 HORAS.
C A U M     C/ ATOCHA, 20 - 1º IZDA


 Contáctanos en: encuentrocomunista@yahoo.es

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Un punto de encuentro

Artículo de Duval publicado en  Crónica de Clase

En estos momentos el discurso comunista no goza de una mínima difusión en la sociedad. Los partidos comunistas de voto mayoritario en occidente enmascaran sus siglas dentro de coaliciones de marca blanca, defienden programas políticos y económicos de corrección del capitalismo y evitan en su discurso cualquier mensaje que pudiera ser interpretado como una salida de tono dentro de los límites impuestos por el sistema.

Esta precaución al hablar, quizás al pensar, se ha contagiado a la militancia. Y no hablamos de aquellos para los que el lenguaje ambiguo es una manera de medrar en busca de un sillón. Por desgracia, los comunistas de corazón que militan en la base o que simplemente participan en colectivos sociales son igual de cuidadosos a la hora de identificar su ideología, exponer abiertamente sus verdaderas aspiraciones, apelar a la clase trabajadora o defender las medidas que pueden abrir el camino a la lucha efectiva. Y, como sugeríamos anteriormente, parece evidente que esta moderación en el mensaje se ha instalado más profundo, que hemos cedido a la automoderación de objetivos o de pensamiento.

No vamos a entrar ahora en las causas del proceso que nos ha traído hasta esta situación, aunque tampoco vamos a asumir toda la culpa: es obvio que el sistema capitalista controla quién habla y qué se puede decir, y ello en una situación de total hegemonía desde que desapareció la Unión Soviética. Sin embargo, el objetivo del capital es la eliminación definitiva de todo rastro de ideología marxista y para ello el ataque ha entrado en estos momentos en una nueva fase.

La última crisis capitalista ha puesto abiertamente de manifiesto, especialmente en el sur de Europa, un proceso que venía gestándose desde los años setenta. La búsqueda incesante de una mayor tasa de beneficio traspasó hace tiempo los límites del crecimiento natural del capital. Tras recurrir a la liberalización, el endeudamiento y las burbujas especulativas solo queda concentrarse en el recurso clásico: la elevación desenfrenada de los niveles de explotación. La inevitable respuesta en la calle está siendo gestionada por dos vías: a la vez que se refuerzan de manera obvia las medidas represivas, se abren otros caminos más sutiles de reconducción institucional del descontento. Esta última es la función que han asumido partidos políticos como Podemos o Ciudadanos en España. El sistema capitalista no tiene ningún problema en aceptar formaciones que no cuestionen su modo intrínseco de funcionamiento. Si debe sacrificar a los actores que hasta ahora han protagonizado el juego parlamentario y reemplazarlos por dos fuerzas similares, no hay problema. Si por el camino el propio desencanto en los resultados de las nuevas formaciones revitaliza a las de siempre, tampoco pasa nada. Lo importante es que parezca que el problema estaba en el modo torpe o corrupto con el que se gestionaba el sistema, no en el sistema mismo; que, en definitiva, el sistema provee los propios mecanismos que lo corrigen.

Pero esta estrategia de reconstitución no se ha limitado a un mero reemplazo de actores: las nuevas formaciones, especialmente las que deben ocupar el espacio de la izquierda, han venido acompañadas de un armazón teórico que aspira a ocultar el enfrentamiento entre clases puesto de manifiesto por el marxismo. Ya sea que Podemos se convierta en el recambio del PSOE o, lo que parece más probable, asuma el papel de muleta que representaba Izquierda Unida, el hecho importante es que viene a reemplazar todos los referentes de la izquierda del último siglo. Para ello no han tenido que recurrir a novedosas teorías sociales o a intelectuales de prestigio. La debilidad de nuestra posición les ha permitido presentar como novedoso un refrito de tópicos mil veces utilizados desde el siglo XIX para engañar a la clase trabajadora. La autoridad intelectual la basan en “pensadores” de segunda fila que gustan de autoproclamarse “postmarxistas”, más por el prestigio de juntar su nombre al de Marx que por el hecho de haber aportado o rebatido una sola linea al pensamiento de éste.

La apelación al ciudadano frente al trabajador, el reemplazo del eje derecha-izquierda por el vertical del arriba y el abajo, la entronización de la democracia “radical” como origen de cambios en sí misma, la renovación generacional a favor de jóvenes tecnócratas “sobradamente preparados”, la nostalgia por un falso pasado idílico de protección social al que volver y el catálogo de recetas keynesianas que ya mostraron sus límites hace cincuenta años forjan un nuevo referente de falsa contestación que es el que van a asumir como propio tanto la “omnipresente” clase media desmovilizada como las generaciones que constituirán el futuro proletariado al que está aboca el mercado laboral de nuestro país. El sistema lo pone todo de su parte para darle un toque de atractivo canalla a este pastiche de recetas buenrollistas. Así, mientras en la práctica las formaciones novatas actúan obedientemente y hacen suyas las más duras recetas neoliberales, los telediarios no cesan de hacerles el favor de calificarlas de “izquierda radical”, con más intención de darles un toque de atractivo malditismo que el de desincentivar su expansión. En un sistema en el que los medios comienzan por invisibilizar cualquier opción a la que quieran bloquear, el eco mediático del que ha disfrutado una formación naciente como Podemos sólo nos puede hacer pensar en propaganda intencionada de una nuevo catálogo de valores, de una ideología descafeinada creada para reemplazar a la de la izquierda real. Si finalmente alguna de estas formaciones consigue acceder al gobierno, demostrando la nula efectividad de sus postulados, habrá quedado probado de rebote el fracaso práctico de la “izquierda radical”.

Pero no caigamos en el desánimo, intentemos ver este momento en el que estamos siendo atacados como una oportunidad. Por un lado, el intento de reemplazo ideológico es tan burdo y evidente que no puede sino favorecer la reacción de todos esos militantes con décadas de lucha a sus espaldas. Por otro lado, la ruptura en la cúpula de formaciones históricas, cegadas o infiltradas por las nuevas viejas ideas, favorecen el cuestionamiento de las bases, que pueden sentirse con más libertad de curiosear en nuevos espacios de encuentro. Por último, no deberíamos despreciar el potencial de tantos comunistas que en estos momentos no han encontrado un espacio en el que organizarse; muy posiblemente acudirán a una llamada de encuentro y trabajo.

Nos va en ello la pervivencia de una ideología que, con todo su bagaje teórico y práctico, necesita de la lucha para transmitirse. Afortunadamente no podemos quejarnos de no contar con experiencia histórica. Sabemos que el marxismo nos permite explicar lo que está ocurriendo en este mundo globalizado como ninguna otra teoría económica puede hacerlo. Sabemos que la lucha de clases es la válvula que permite el avance de la sociedad en un sentido o en otro. También sabemos, y aquí está el trabajo duro, que necesitamos de la organización de la clase trabajadora para poner estos conocimientos a pelear en favor de los propios trabajadores.

Pero vayamos poco a poco. Reconstruir una confianza y un discurso olvidado durante décadas debe ser una tarea de trabajo colectivo en la que participen y se sientan implicados el mayor número de camaradas posible. Requiere de un espacio de encuentro en el que podamos confluir y discutir con confianza y libertad, un espacio donde se hable en pie de igualdad se pertenezca o no a una organización, donde no exista la prisa por responder a una cita electoral, donde hacer confluir la experiencia y el entusiasmo evitando el dogmatismo y el voluntarismo. No menos importante sería el talante con el que afrontar un proceso como este: puede que algunos sientan, seguro que con motivos, que ellos y su organización siempre han transitado el camino correcto, pero en estos momentos la participación abierta y plural es la mejor garantía para un esfuerzo fructífero.

Un espacio de encuentro comunista tendría ante si un gran trabajo teórico. Mucho hay por analizar, discutir y elaborar, comenzando por la lista inicial de temas a tratar. Sirva como ejemplo cuestionable e incompleto: identificar a la clase trabajadora en la España del siglo XXI, la del nuevo proletariado y la preponderancia del sector servicios; elaborar el discurso que la haga patente a sí misma, contraatacando la desmovilizadora ficción de la clase media; explicar de manera accesible el capitalismo globalizado según la teoría económica marxista, etc. Para ello contaremos con toda seguridad tanto con aportaciones ya muy trabajadas como con ideas frescas que nos permitan acceder a sectores sociales o laborales hasta ahora descuidados.

Igual de importante sería identificar aquellas cuestiones prácticas en las que ensayar una unidad de acción: reconstrucción del mensaje comunista y de la confianza en difundirlo; restaurar el imaginario colectivo socialista como antagonista al imperante no-hay-alternativa; devolver a los trabajadores la confianza en su autoridad de clase, sin necesidad de estar mediada por politólogos o economistas; plantear una Europa de los Trabajadores frente a la Unión Europea y el euro, etc. Sirva también esta lista a modo de ilustración; busquemos entre todos las propuestas que nos unen, evitando atascarnos en aquello que pueda separarnos.

Sabemos que no sería una tarea fácil. Muchos estarán ansiosos de afrontar el reto. A otros les puede parecer frustrante empezar un camino con la impresión de que ya se ha transitado previamente. En realidad es una sensación engañosa, estamos afrontando la lucha que nos corresponde a nosotros y a nosotras en nuestro momento y en nuestro contexto. La rica experiencia de la que partimos nos ha enseñado que no existen atajos ni recetas mágicas, pero a cambio esa misma experiencia teórica y práctica constituye la mejor base desde la que volver a avanzar.


El presente texto nace como reflexión y aliento sobre una idea que ronda en varios blogs de izquierdas en los últimos meses: la convocatoria de un encuentro de militantes de base marxistas o comunistas, adscritos o no a un partido. Ha sido constante en el blog de Marat en los últimos meses, especialmente aquí y aquí, y también aparece en el blog del viejo topo, aquí. Actualización: ha aparecido otro texto que incide en la misma linea en el blog Agenda Roja, aquí.