Dicen,
cuentan, nos repiten, que el pequeño David derribó al gigante Goliat de
una pedrada en toda la frente lanzada con inusitada destreza con su
honda, arma pastoril por excelencia desde los tiempos del Neolítico,
usada también con notable éxito como arma de guerra hasta la época de
los primeros cañones. Cuentan que gracias a la hazaña de David, los
ejércitos de Israel pudieron vencer a los filisteos, los cuales llevaban
cuarenta días asediándoles. Debe ser falsa esa leyenda bíblica, ya que
varias generaciones de niños palestinos llevan más de cuarenta años
tirándoles piedras a los tanques y a los soldados israelíes que les
vienen asediando y disparando todo este tiempo, y aún no han conseguido derribar a su Goliat, el genocida estado sionista de Israel. Resulta que aunque algún soldado israelí se haya llevado
una pedrada lanzada por un niño palestino, ni los obuses de los tanques,
ni las bombas que le llueven del cielo al pueblo palestino, se ven
dañados por el lanzamiento de piedras. Aún así, los niños palestinos
siguen y seguirán lanzando piedras contra el ejército invasor, porque
está en su derecho como seres humanos el defenderse ante tamaña
agresión. La dignidad y la justicia están con ellos, no así las ejemplares democracias de Europa y los EEUU.