El
Primero de Mayo o Día Internacional de los Trabajadores tiene su origen en las
duras jornadas de lucha que a partir del 1 de mayo de 1886 y durante los cuatro
días siguientes, protagonizaron los trabajadores en huelga de Chicago para reivindicar la
jornada laboral de ocho horas, y que tras numerosas protestas y varios obreros
asesinados por la policía, desembocaron el 4 de mayo en la llamada Revuelta de
Haymarket. Durante una masiva protesta celebrada en la plaza de Haymarket
Square, se produjo un atentado contra la policía que mató a un agente e hirió a
varios más. En respuesta la policía disparó indiscriminadamente contra la
multitud de obreros, matando a varios de ellos e hiriendo a un gran número de
los mismos, entre 4 y 12 muertos y de 50 a 200 heridos según el baile de cifras
de las múltiples fuentes. Parece seguro que aunque entre la policía se
contabilizaron siete bajas mortales, seis de los agentes murieron por los
disparos de sus propios compañeros en medio del pánico desatado y solamente uno
a causa de la mencionada explosión producida por una bomba de dinamita. Nunca
se llegó a saber quien fue el verdadero autor material del atentado.
Tras
estos
incidentes se declaró el estado de sitio, lo que trajo consigo una
terrible represión policial con centenares de obreros detenidos y
torturados.
La policía hizo supuestos descubrimientos masivos de arsenales de armas y
municiones con el propósito de fabricar un sinfín de pruebas para
reprimir el
movimiento obrero y juzgar impunemente a sus líderes. Finalmente se
celebró el
Proceso de Chicago, farsa de juicio en toda regla que no respetó norma
procesal
alguna y que contó con el total apoyo de la prensa y de toda la clase
dirigente. En el mismo fueron juzgados y condenados ocho sindicalistas
anarquistas de los inicialmente treintaiún acusados. Se trataba
obviamente de
dar una rotunda lección a la envalentonada y combativa clase obrera e
impedir y
cortar de raíz toda expectativa revolucionaria de cambios laborales y
sociales.
Durante la vista el fiscal jefe le imploró a los miembros del jurado,
convenientemente elegidos para la ocasión, que dieran un escarmiento
ejemplar a
los acusados: "Ahorcadles, y salvaréis a nuestra sociedad." El jurado
cumplió obedientemente su papel y siete de los ocho acusados fueron
sentenciados a muerte, aunque posteriormente a dos de ellos se les
conmutara la
pena por la de cadena perpetua, mientras que al octavo fue condenado a
quince
años de trabajos forzados. Cuatro de los condenados a morir fueron
finalmente ejecutados
en la horca, ya que el quinto murió asesinado en su celda, un curioso
suicidio
con dinamita, según la versión oficial, que serviría para demostrar a la
opinión pública que los anarquistas morían por su natural inclinación al
terrorismo, relación tantas veces falsamente infundada a lo largo de la
historia por parte del poder establecido con la inestimable ayuda de los
grandes
medios de comunicación de masas.
Estos
dramáticos hechos dieron lugar a que el Congreso Obrero Socialista de la
Segunda Internacional, celebrado en París en 1889, estableciera el día 1 de
mayo como jornada de lucha y reivindicación para la clase obrera en homenaje a
los Mártires de Chicago, bautizándolo como Día Internacional de los
Trabajadores.
Resulta
muy significativo que en los EEUU y Canadá no exista el Día Internacional de
los Trabajadores, sino que se ha sustituido por el llamado Labor Day o Día del
Trabajo, que se celebra el primer lunes de septiembre con un desfile organizado
en EEUU por la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (“Knights of Labor” en
inglés) en conmemoración del desfile celebrado el 5 de septiembre de 1882 en
Nueva York. Este sindicato ya demostró su traición a la clase obrera durante
las trágicas jornadas de huelga de mayo de 1886. El presidente Grover
Cleveland, temeroso de que la fecha del Primero de Mayo reforzase el movimiento
socialista norteamericano y la protesta de la clase trabajadora, se apresuró en
1887 a patrocinar el primer lunes de septiembre como fecha oficial para la
celebración del Día del Trabajo. El revolucionario cubano Julio Antonio Mella
lo calificó como "día de la sumisión del trabajador".